El poeta escapa a la tradición del pueblo zapoteco del que alguna vez formó parte: Juchitán, (Oaxaca, México) y de las raíces mixtecas que le heredó su madre, el poeta se convierte en un caso aparte en un pueblo con miras hacia lo folklórico, su mundo no es el mundo que lo rodea, su mundo es el que ve personalísimamente.
Jugando con un lenguaje que en ocasiones se revela ligero al grado de volverse metafísico y que en ocasiones cae con fuerza para recordarnos el peso de la existencia, hasta valiéndose de algunos recursos de naturaleza fonética como cuando dice “tu cuerpo/ de suspiros está dividido./ No se distribuyen los tornillos de la vida que quería (yo ver-llover)/ para verte (beberte)”, Ninandii logra hacernos sentir el peso de una existencia no mutilada, no maldita, simplemente reveladora y por ende cruel, mezclando imágenes que rozan las esferas de lo ritualístico, lo ceremonial y lo mitológico: “La fortuna: esa puta azarosa se desencarna. /Los ángeles vuelan como cuervos, devorando la sigilosa vida”.
Hay en este libro, la sensación de recibir por medio de las letras la visión de un sueño colectivo. Cada sueño es un mitema diría Levi-Strauss, cada mitema es un poema. Así encontramos en cada composición la condición del ser desgarrado por la ignorancia de su posición universal, no por su tiempo, no por su sociedad, sino por su condición humana: “el café se lava el sueño/y este pedazo de carne, /este pedazo de vulva,/ este pedazo de verga,/esta parte tan hipócrita/Se grita y revuelca por volverse una esperanza”.
La naturaleza como una entidad que por parecer fija se nos revela atractiva pero infame, el mar como el gran cementerio de los recuerdos, un mar que el poeta se empeña en creer que puede, sin embargo, manejar a su antojo mediante el dominio metafísico de las olas, “Una tras otra acomodo las olas”, nos dice el poeta, que en su extravío se ve capaz de controlar al mundo, de hacer de la realidad un boceto “La realidad se dobla y se guarda/en un papel arrugado con olor narcótico”.
Estos poemas tienen, quizás, un único mérito, ser verdaderos, auténticos, sin más pretensiones estéticas que la creación como medio para alcanzar lo sublime y con una fina habilidad para la recreación de imágenes mentales. Bocetos de realidad es, como su nombre lo indica, un trabajo que coloca al poeta bajo la luz de una consciencia que le permite ver que todo poema, no es más que un esbozo, no es más que un estruendoso suspiro exhalado a la mitad de lo tangible y lo intangible: “Temblando de sudor frente al espejo/sólo pinturas estancadas/repletas de fantasmas/Porque desaparecen cuando todos despertamos”.
Lite-ruptura 2011
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